Un debate muy extendido a lo largo de Europa es si realmente las luces de
cruce ayudan a evitar accidentes, al aumentar la visibilidad de los vehículos
que nos vienen de frente. Si bien no cabe duda de que los rigores del invierno
en algunos países dan sentido a que dicha
obligatoriedad exista, en verano las circunstancias son muy distintas. El día se alarga y lo que en invierno era un
clima gélido, en verano se convierte en un calor tórrido.
Bulgaria ha zanjado recientemente la cuestión al imponer como obligatorias
fuera de localidad las luces de cruce: los 365 días del año / 24 horas al día. Hasta hace muy poco, en cambio, la
exigencia afectaba únicamente a los vehículos que circulasen por carretera
entre el 1 de noviembre y el 1 de marzo, algo que parecía mucho más lógico.
Las multas por incumplir la nueva reglamentación ascienden a 50 leva (unos
25 euros).
La supuesta seguridad en el tráfico vial, invocada por los legisladores, no
parece razón suficiente para establecer una norma con claros propósitos recaudatorios
(en el país con salarios más bajos de la Unión Europea) y que aumentará notoriamente
el consumo de carburante.
Junto a ésta, entra igualmente en vigor la obligatoriedad de que los ciclistas
lleven ropa reflectante. Esta medida, que sí evita accidentes, representa no
obstante un nuevo lastre para los que quieran practicar un cicloturismo ecológico
o para aquellos que simplemente necesiten la bici para desplazarse, algo
frecuente en un país como Bulgaria, donde mucha gente no se puede permitir ir
en coche.
Si desde las políticas europeas se pretende fomentar y promocionar este
medio de transporte sano y limpio, ¿por qué a sus adeptos se les imponen cada
vez más inconvenientes? ¿No sería más efectivo llevar a cabo una protección
real de los ciclistas mediante medidas más restrictivas hacia los coches?
Bulgaria, que había llevado a cabo políticas más que acertadas en materia de
turismo, traducidas en una mejora de sus infraestructuras hoteleras y una elevada
afluencia de turistas a este desconocido país, da con esto irresponsablemente la
espalda a las necesidades de un planeta del que Bulgaria, al igual que todos, forma
parte.
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