31 ago 2012

Desvelando el misterio de los vampiros

Como ya relatábamos en nuestra página de facebook, se han descubierto recientemente en el monasterio de San Nicolás de la ciudad búlgara de Sozopol, en la costa del mar Negro, los restos de dos vampiros que vivieron en la Edad Media. Sus esqueletos tenían el tórax atravesado por una estaca de hierro. No se trata de un hecho aislado, ya que en Bulgaria se han hallado hasta cien tumbas de vampiros, como las encontradas en la aldea de Debelt en el año 2004, también en las cercanías del mar Negro.
Pero Bulgaria no es el único país asediado por los vampiros. La creencia en estos seres se extendía hasta comienzos del siglo XX a otras zonas rurales de los Balcanes, como Serbia y la Transilvania rumana. No en vano, el vampiro más “popular” de la historia tenía aquí su castillo. El novelista irlandés Bram Stoker lo inmortalizó en el año 1897. El conde Drácula está basado en un personaje de la vida real, el príncipe Vlad de Valaquia (1431-1476). Stoker, que jamás visitó Transilvania, captó perfectamente la atmósfera misteriosa de estas tierras con sus usanzas ancestrales y supersticiones paganas que sobrevivieron a la fe cristiana. Sin embargo, para llevar a cabo su obra maestra, se documentó con libros como "Informe Sobre Los Principados De Valaquia", de Emily Gerard, y posiblemente también la poco divulgada obra de Verne “El Castillo De Los Cárpatos”, de 1892. Contó además con la inestimable ayuda del erudito orientalista húngaro Arminius Vámbéry, resultando todo ello en el estremecedor relato que conocemos.
La realidad es que Vlad Țepeș, el empalador, estuvo cautivo desde niño por los turcos, que lo liberaron sólo a la muerte de su padre, asesinado por nobles valacos. Así fue como cimentó su enorme odio. Documentos de la época dan fiel testimonio de sus atrocidades, dado que Vlad el empalador pretendía instaurar un reino donde prevaleciera la justicia y para ello no dudaba en torturar o asesinar con crueldad. A sus prisioneros de guerra otomanos los empalaba y, según se cuenta, bebía de su sangre. 
Otro personaje histórico, algo más tardío, al que se atribuye ese  mismo hábito vampírico es la aristócrata húngara Elizabeth Báthory. Parece ser que la condesa sangrienta se servía de la sangre de sus pupilas y jóvenes sirvientas para mantenerse bella. El escenario ¡nuevamente Transilvania! 

Pero la verdad, no obstante, está lejana de la leyenda. Según el director del Museo Nacional de Historia de Bulgaria, el ex ministro e historiador de renombre Bozhidar Dimitrov, los vampiros encontrados en Bulgaria revelan la subsistencia en la zona hasta hace poco de la costumbre de apuñalar en el corazón a algunos fallecidos para que no regresasen de entre los muertos. "Practicaban este rito contra personas que en vida se consideraban malvadas, hacían maldades contra la gente o simplemente se ocupaban de algo que la sociedad no entendía, como por ejemplo investigaciones científicas o médicas. Se creía que después de morir, tales personas se convertían en vampiros, torturaban y atormentaban a los vivos y bebían su sangre".

Los vampiros eran por lo general hombres de alto linaje o pertenecientes al clero (muchos supuestos vampiros han sido hallados en los cementerios de un monasterio, iglesia o convento, lugar donde los monjes ortodoxos son enterrados). La noche posterior a su entierro, antes de medianoche, era menester que el cadáver fuera exhumado  y se procediera a clavarle una estaca en el pecho para evitar que el muerto se convirtiera en vampiro.
Dimitrov explica como “se creía que el peso del metal presionaba al muerto y no le permitiría levantarse y vagabundear en la noche, bebiendo sangre de la gente".
Medievalistas búlgaros aclaran además que en aquella época se creía que las personas con anomalías físicas, como por ejemplo, tener un cráneo más grande de lo habitual o joroba, eran vampiros.
Por su parte, el antropólogo italiano Matteo Borrini especifica que la gente de la Edad Media veía a los vampiros como los causantes de las plagas que asolaron Europa, algo magistralmente ilustrado por el cineasta Werner Herzog en su “Nosferatu” de 1979. De hecho, tal término proviene del griego nosophoro, que significa portador de enfermedad. Borrini argumenta que en aquella época no se entendía muy bien cómo se comporta la descomposición humana, así que cuando se desenterraba un cadáver y se comprobaba que el cabello había seguido creciendo y que brotaba sangre de la boca, la imaginación volaba instintivamente hacia la creencia en los muertos vivientes o no muertos. En realidad, era una bacteria bucal la causante de que estos muertos mordieran la mortaja con la que tenían tapada la cara, por lo que las gentes del Medievo les obstruían la boca con algo consistente para impedir que se “alimentasen”.
Otro arqueólogo búlgaro, Nikolay Ovcharov, comenta que los vampiros de Sozopol no son un caso singular en Bulgaria y menciona el del cadáver de la misma época enterrado cerca de una iglesia en la ciudad de Veliko Tarnovo, descubierto hace poco. "Se trata de una costumbre pagana que llegó de la Antigüedad y que los cristianos preservaron. Además del hierro, a los muertos se los cubría con ascuas o sus extremidades se ataban con cuerdas". Ovcharov esclarece que algunas ceremonias se practicaban durante la noche de forma secreta, pero muchas otras eran llevadas a cabo a plena luz del sol, incluso mientras se celebraba el entierro.
La etimología de la palabra vampiro se encuentra en el eslavo antiguo opyrb. Pero la acepción más próxima a lo que hoy entendemos como vampiro hay que buscarla en el termino serbio wampira (wam = sangre / pir = monstruo).
Tras el tratado de Passarowitz de 1718, Austria toma el control del norte de Serbia y de la Oltenia rumana. Sus funcionarios elaboran informes sobre prácticas locales de exhumar cuerpos y matar vampiros. Es así como el término pasa seguidamente al polaco wampir y al alemán vampir, y de este al francés vampyre, palabra que tomará el inglés transformándola en vampire, que todos conocemos.
Otra teoría, de mucha menor circulación, indica que las lenguas eslavas prestaron el vocablo de lenguas turcas, como el tártaro, lengua en la que ubyr significa bruja.
En rumano encontramos también otras formas de designar a los vampiros, como el termino vârcolac (que significa hombre-lobo y que tiene su origen en el griego vrykolakas) o strigoi (fantasma, espíritu…).
Lo que queda claro, si analizamos a fondo la terminología en los diferentes idiomas, es que  la creencia en estas criaturas es algo universal, que se extiende de una u otra forma más allá de la propia Europa. No obstante, es en los Balcanes donde ha pervivido profundamente enraizada tal y como la conocemos.
El folklore de la zona equipara a los vampiros con borrachos, ladrones y asesinos, aunque igualmente un vampiro podía ser una persona que llevara una vida normal, pero que al llegar la noche deambulara por su necesidad de sangre. Asimismo, a través de aquel, descubrimos que existen diversas maneras de convertirse en vampiro: recibir muerte violenta o antinatural, o ser asaltado por un gato negro durante el velatorio. En los primeros cuarenta días los huesos del difunto tornaban en una especie de gelatina. Este plazo era un periodo crucial para poder matar al vampiro, responsabilidad que recaía  sobre un vampirdzhiya. La particularidad es que estos personajes, los cazadores de vampiros, eran personas nacidas en sábado, o bien lo que los gitanos denominan dhampir, es decir, el hijo de un vampiro y una mujer, por lo general su viuda. Otra forma de acabar con un no-muerto era que un lobo lo devorase. Transcurrido ese periodo de cuarentena, el vampiro se volvía más poderoso y su osamenta se desarrollaba.
El mito romántico de los vampiros es inmortal como estos seres. La literatura lo creó y el cine lo ha consagrado. El culto al vampirismo se reaviva cada vez que parece haber pasado de moda, y lo hace siempre con más fuerza. Sucedió en 1992 con el “Drácula” de Coppola, un director afamado que dejó claro abordando el tema que no se trata de un género de serie B. Posteriormente, llegó un gran éxito de adaptación como fue “Entrevista Con El Vampiro” y, desde entonces, no ha dejado de llevarse al cine o a la pequeña pantalla. La saga de “Crepúsculo” o la serie “True Blood” son una buena muestra de la locura que sigue desatando el asunto. Un filo que parece inagotable y que abarca cada vez más sectores del público. El film de animación “Hotel Transilvania”, la cinta india “Drácula 2012”, la película de Tim Burton “Abraham Lincoln: Cazador de vampiros” o “Drácula 3D” son sólo algunos de los títulos que nos encontraremos próximamente.

16 ago 2012

Luces obligatorias todo el año por las carreteras búlgaras

Un debate muy extendido a lo largo de Europa es si realmente las luces de cruce ayudan a evitar accidentes, al aumentar la visibilidad de los vehículos que nos vienen de frente. Si bien no cabe duda de que los rigores del invierno en algunos países dan sentido a que dicha obligatoriedad exista, en verano las circunstancias  son muy distintas. El día se alarga y lo que en invierno era un clima gélido, en verano se convierte en un calor tórrido.
Bulgaria ha zanjado recientemente la cuestión al imponer como obligatorias fuera de localidad las luces de cruce: los 365 días del año / 24 horas al día. Hasta hace muy poco, en cambio, la exigencia afectaba únicamente a los vehículos que circulasen por carretera entre el 1 de noviembre y el 1 de marzo, algo que parecía mucho más lógico.
Las multas por incumplir la nueva reglamentación ascienden a 50 leva (unos 25 euros).
La supuesta seguridad en el tráfico vial, invocada por los legisladores, no parece razón suficiente para establecer una norma con claros propósitos recaudatorios (en el país con salarios más bajos de la Unión Europea) y que aumentará notoriamente el consumo de carburante.
Junto a ésta, entra igualmente en vigor la obligatoriedad de que los ciclistas lleven ropa reflectante. Esta medida, que sí evita accidentes, representa no obstante un nuevo lastre para los que quieran practicar un cicloturismo ecológico o para aquellos que simplemente necesiten la bici para desplazarse, algo frecuente en un país como Bulgaria, donde mucha gente no se puede permitir ir en coche.  
Si desde las políticas europeas se pretende fomentar y promocionar este medio de transporte sano y limpio, ¿por qué a sus adeptos se les imponen cada vez más inconvenientes? ¿No sería más efectivo llevar a cabo una protección real de los ciclistas mediante medidas más restrictivas hacia los coches?
Bulgaria, que había llevado a cabo políticas más que acertadas en materia de turismo, traducidas en una mejora de sus infraestructuras hoteleras y una elevada afluencia de turistas a este desconocido país, da con esto irresponsablemente la espalda a las necesidades de un planeta del que Bulgaria, al igual que todos, forma parte.