Se observa como dos torres gemelas explotan en una de las paredes de la iglesia, mientras que otra es tragada por gigantescas lenguas de fuego. En otra de las paredes se ve a demonios danzantes con cuernos y garras, o bien como todo se hunde en el polvo y la ceniza negra... Tienes ante ti el Apocalipsis completo. Si te encuentras solo entre las paredes de la iglesia de Drăgănescu (en la provincia de Giurgiu) seguro que te largas pitando. Y no es casualidad que te entre miedo, ya que este lugar está considerado como uno de los más bizarros y ocultos de Rumanía.
Durante la misa no cabe un alfiler. Llegan hasta aquí “ejércitos” de teólogos, investigadores, artistas y gente corriente. Al igual que en “El Código Da Vinci” miden las paredes, pesan las pinturas con sus miradas, las comparan y las observan desde cientos de ángulos. Están convencidos de que el pintor ha dejado en ellas indicios escondidos acerca del futuro de la Humanidad y tratan de averiguarlos.
Durante la misa no cabe un alfiler. Llegan hasta aquí “ejércitos” de teólogos, investigadores, artistas y gente corriente. Al igual que en “El Código Da Vinci” miden las paredes, pesan las pinturas con sus miradas, las comparan y las observan desde cientos de ángulos. Están convencidos de que el pintor ha dejado en ellas indicios escondidos acerca del futuro de la Humanidad y tratan de averiguarlos.
Se ha descubierto que muchas de las escenas son realmente proféticas, pues aparecen reflejadas la caída de las torres gemelas, además de naves espaciales y vida humana en otros planetas. Todas ellas son obra del padre Arsenie Boca y fueron pintadas entre 1968 y 1984. En la Rumanía de aquellos tiempos apenas se acababa de descubrir el televisor. Por esta razón, y especialmente por la belleza y extrañeza de sus pinturas, los teólogos han bautizado las paredes de Drăgănescu como la “Capilla Sixtina de la Ortodoxia rumana”.
Arsenie Boca vivió en Drăgănescu una especie de exilio, que duró 15 años. Era perseguido por la temida “Securitate”. En Drăgănescu mucha gente le tomaba por pintor y se preguntaba cómo era posible que no utilizara modelo alguno.
Arsenie Boca vivió en Drăgănescu una especie de exilio, que duró 15 años. Era perseguido por la temida “Securitate”. En Drăgănescu mucha gente le tomaba por pintor y se preguntaba cómo era posible que no utilizara modelo alguno.
Cada día que investiga en las paredes de la iglesia, el padre Lucian Petcu descubre algo nuevo. Y eso a pesar de ser veterano en el lugar, ya que desde hace 10 años oficia aquí la misa. Hace poco, por ejemplo, ha descubierto que tres escenas pintadas en paredes distintas, se encuentran de hecho unidas entre sí por una especia de simetría.
Una de las escenas pintadas en la iglesia versa sobre el hombre moderno y su error fundamental. Los ángeles le llaman al cielo pero el está cómodo, despreocupado, indolente ante lo espiritual. ¿Así comienza tal vez el fin del mundo? De una manera inusual para la pared de una iglesia, la escena contiene también naves espaciales, telescopios y antenas parabólicas.
El hombre de nuestros días, el que todos somos en esencia, parece transmitir el siguiente mensaje a través de dicha escena: He llegado a poder disfrutar de la Tierra en su totalidad, puedo viajar a cualquier parte, puedo comprar terrenos en cualquier país, puedo ver en la televisión cualquier rincón del planeta, puedo comunicar por teléfono desde/hacia cualquier sitio... así que dómino el mundo entero. No me interesan ya las preocupaciones espirituales. Quiero vivir lo mejor posible, el mayor tiempo posible. Tener parte de confort, de placer y una vida cuanto más fácil.
Pero a los curiosos, lo que más les llama la atención es otra pared, donde el padre Arsenie parece haber “tejido” de arriba a abajo los pensamientos del diablo, que quedan inscritos cada uno mediante una bula. La mayoría refiriéndose a acontecimientos e ideas vehiculadas en el presente. Estos enigmáticos mensajes (algunos de los cuales rayan en la absurdez) junto a las pinturas que cubren el monasterio, ambos obra de una figura emblemática para los ortodoxos de Rumanía, son un motivo más que suficiente para darse una vuelta por Drăgănescu.
Una de las escenas pintadas en la iglesia versa sobre el hombre moderno y su error fundamental. Los ángeles le llaman al cielo pero el está cómodo, despreocupado, indolente ante lo espiritual. ¿Así comienza tal vez el fin del mundo? De una manera inusual para la pared de una iglesia, la escena contiene también naves espaciales, telescopios y antenas parabólicas.
El hombre de nuestros días, el que todos somos en esencia, parece transmitir el siguiente mensaje a través de dicha escena: He llegado a poder disfrutar de la Tierra en su totalidad, puedo viajar a cualquier parte, puedo comprar terrenos en cualquier país, puedo ver en la televisión cualquier rincón del planeta, puedo comunicar por teléfono desde/hacia cualquier sitio... así que dómino el mundo entero. No me interesan ya las preocupaciones espirituales. Quiero vivir lo mejor posible, el mayor tiempo posible. Tener parte de confort, de placer y una vida cuanto más fácil.
Pero a los curiosos, lo que más les llama la atención es otra pared, donde el padre Arsenie parece haber “tejido” de arriba a abajo los pensamientos del diablo, que quedan inscritos cada uno mediante una bula. La mayoría refiriéndose a acontecimientos e ideas vehiculadas en el presente. Estos enigmáticos mensajes (algunos de los cuales rayan en la absurdez) junto a las pinturas que cubren el monasterio, ambos obra de una figura emblemática para los ortodoxos de Rumanía, son un motivo más que suficiente para darse una vuelta por Drăgănescu.